Hace 76 años, un 5 de Septiembre del año 1938,
es que un grupo de camaradas constituido por jovenes estudiante,
obreros y trabajadores, hicieron uso de las dependencias de los
edificios del Seguro Obrero y la casa central de la Universidad de
Chile. Esto en una ofensiva contra el gobierno de Arturo Alessandri
Palma, y a su vez apoyando a Ibañez. Alessandri, dio la orden de
matarlos a todos, tras la rendición del grupo, fueron paseados por las
calles del centro de Santiago, hasta llegar a la caja del seguro
obrero,frente a la moneda, llegando alli a reunirse con el resto de sus
camaradas, 63 jóvenes fueron repartidos a traves de los pisos de la
instalación y fueron acribillados, masacrados cobardemente en una acto
completamente deshonroso por parte del gobierno de turno y de las
entidades involucradas en dicho hecho.
Sintámonos orgullosos de
estos mártires los cuales fueron a la lucha con el espíritu en alto,
dando la cara y la vida por nuestra patria.
y mas nunca olvidemos el grito de lucha que alguna vez fue pronunciado
¡Chilenos a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa! ¡Viva Chile!”
Por:
René Balart Contreras
Los
que se rindieron en la casa central de la Universidad de Chile fueron
llevados al edificio del Seguro Obrero y masacrados junto con sus
compañeros.
Masacre
del Seguro Obrero (5 de Septiembre de 1938)
Este
fue uno de los hechos más vergonzosos, atroces y viles que han
ocurrido en mi país en toda su historia. Un hecho que a pesar de su
importancia, NO ES enseñado en las escuelas, ni en la enseñanza
superior; es más, la GRAN mayoría de los chilenos no sabe nada de
éste verdadero holocausto, ni siquiera del hecho de que alguna vez
haya ocurrido.
El
5 de abril de 1932 siete personas fundaron en Chile el Movimiento
Nacional Socialista (MNS). Mientras diversos historiadores afirman
que “sobre la mentalidad de este grupo gravitaba poderosamente la
acción desarrollada por Hitler” (Ricardo Donoso, Alessandri,
agitador y demoledor, T. II, Fondo de Cultura Económica, México,
1954), quienes fueron sus dirigentes (entre ellos Gustavo Vargas
Molinare, Oscar Jiménez Pinochet, Carlos Keller y Enrique Zorrilla)
lo presentan como una organización que aspiraba a implantar la
justicia social y un Estado portaliano, sin relación alguna con los
nacionalismos racistas de Europa.
El
general Tobías Barros Ortiz, que los conoció en la campaña
presidencial de 1938 y fuera embajador en Berlín, expresa: “Los
propios nazis tenían un nazismo muy particular. Yo conocí el
auténtico después. El nazismo criollo tenía del otro las
exterioridades, copiaron el uniforme, el saludo, pero, en realidad,
no tenían la base ideológica totalitaria del otro nazismo, por
ejemplo, la idea racista y las ideas totalitarias”.
El
MNS, dirigido por el abogado Jorge González von Marées, creció
rápidamente. A los cuatro meses de su fundación Carlos Dávila
Espinoza les pidió formar parte de su gobierno, a lo que se negaron.
Pronto van a comenzar los choques callejeros con los comunistas y
especialmente con los socialistas, con quienes competían en la venta
de sus periódicos: el semanario Consigna, de los socialistas, y el
diario Trabajo, de los nazistas. Pero había algo en que coincidían:
en la oposición al gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-38), al
que acusaban de haber traicionado al pueblo.
Al
iniciarse 1938, la oposición se presentaba dividida. Radicales,
comunistas, socialistas y democráticos constituyeron el Frente
Popular, que proclamó la candidatura del abogado y profesor radical
Pedro Aguirre Cerda. Otros pequeños partidos (Radical Socialista,
Organización Ibañista, Unión Socialista de Ricardo Latcham, etc.)
formaron la Alianza Popular Libertadora que, junto con el MNS (que ya
tenía tres diputados), proclamó a Carlos Ibáñez del Campo. Los
partidos de derecha (Liberal, Conservador, y una fracción
Democrática) apoyaban al empresario Gustavo Ross Santa María. A
tres bandas, era seguro que ganaría este último, a quien favorecían
el gobierno y el poder financiero de la derecha.
No
faltaron los que pensaron que era imprescindible la unión de las
fuerzas de Izquierda, entre ellos Jorge González von Marées. En
caso que no se produjera, sólo un golpe de Estado que asegurara la
realización de elecciones libres y limpias garantizaría la derrota
de Ross y la oligarquía. Comenzó, con este objeto, a entrenar en el
mayor secreto a un grupo de jóvenes nazistas, rigurosamente
seleccionados, y a tratar de tomar contacto con jefes militares, casi
todos ibañistas, por intermedio de Caupolicán Clavel Dinator,
coronel en retiro que serviría de enlace.
El
domingo 4 de septiembre de 1938, bajo un brillante sol, se realizó
en Santiago la Marcha de la Victoria en apoyo al general Ibáñez,
con participación de más de cien mil personas, entre ellas treinta
mil nazistas. Los principales jefes ibañistas (Tobías Barros,
Humberto Martones, Virgilio Morales, Juan B. Rossetti y otros) fueron
a un local céntrico a celebrar por anticipado el triunfo. No asistió
González von Marées. No estaba convencido de triunfar y, por el
contrario, había ordenado apurar las acciones golpistas, fijando
para el día siguiente la revuelta. Según el plan había que
apoderarse de dos edificios céntricos, tomarse una radioemisora y
dejar Santiago sin electricidad. Caupolicán Clavel daría el santo y
seña a los jefes militares comprometidos, que tomarían el control
de la situación.
A
mediodía del lunes 5 de septiembre el plan empezó a realizarse de
acuerdo a lo programado. Un grupo de treinta y dos jóvenes dirigido
por Gerardo Gallmeyer Klotze entró al edificio de la Caja del Seguro
Obrero (que hoy ocupa el Ministerio de Justicia. N. de PF.), y se
distribuyó por escaleras y pasillos. A las doce diez algunos
nazistas comenzaron a cerrar las puertas del edificio pero el
mayordomo trató de impedirlo. La dueña de un puesto de diarios
avisó al cabo de Carabineros José Luis Salazar Aedo que salía de
la Intendencia. Creyendo que eran ladrones se acercó, revólver en
mano y dispuesto a disparar. Pero antes lo hizo un nazista,
hiriéndolo mortalmente.
Los
amotinados fueron ocupando los pisos superiores, construyeron
barricadas en las escaleras del séptimo piso y apresaron a medio
centenar de funcionarios
Otro
grupo de treinta y dos jóvenes, encabezado por Francisco Maldonado
Chávez, había ingresado a la casa central de la Universidad de
Chile por la puerta donde hoy está la Librería Universitaria,
ocupándola sin resistencia. A los académicos y funcionarios se les
permitió retirarse, salvo al rector Juvenal Hernández Jaque que
quedó como rehén.
En
la casa de Enrique Zorrilla Concha, donde se había instalado el
cuartel general de la operación, González von Marées, Oscar
Jiménez y otros mantenían contacto radial con los amotinados del
Seguro Obrero, los que habían instalado un aparato de radio operado
por Julio César Villasiz Zura, que informó a Oscar Jiménez que el
Seguro y la universidad estaban tomados.
Los
otros grupos no tuvieron igual éxito. Los hermanos Jorge y Alberto
Jiménez se tomaron la radio Hucke, después de las doce y media,
pero el operador logró cortar la comunicación. Orlando Latorre
González y un pequeño grupo sólo consiguieron desconectar una de
las torres de alta tensión escogidas, con lo que se produjo una
interrupción momentánea de la energía eléctrica en Santiago.
A
las 12:25, el presidente Alessandri se dirigió de La Moneda a la
Intendencia, donde increpó al intendente Julio Bustamante Lopehandía
por creer que se trataba de un asalto gangsteril, volviendo luego a
su despacho en La Moneda desde donde convocaría a las autoridades
encargadas del orden público. Carabineros, entre tanto, había
rodeado el Seguro Obrero, tomado posiciones en techos y terrazas
vecinas y emplazado ametralladoras.
Los
amotinados, que tenían orden de resistir sin disparar, esperaban la
aparición de las tropas del ejército que los ayudarían. Ignoraban
que el “enlace” Caupolicán Clavel había “desaparecido” la
noche anterior y nadie se había comunicado con los jefes militares
de Santiago, por lo que ningún regimiento los auxiliaría.
Pocos
minutos antes de las 13 horas se abrió el fuego contra el sexto piso
del Seguro Obrero desde el edificio de La Nación. El presidente
Alessandri, acompañado de su hijo Fernando, dirigía personalmente
las operaciones.
Quince
carabineros lograron romper la cadena en la puerta del edificio, y al
mando del comandante Ricardo González Cifuentes entraron hasta el
tercer piso. A las 13:30 o poco antes, llegaron efectivos del
regimiento Tacna frente a la Universidad y, para sorpresa de los
nazistas, dispararon dos cañonazos con una pieza de artillería,
derribando la puerta. Seis muertos fue el resultado de esta acción,
en que no hubo, de acuerdo a las instrucciones, mayor resistencia.
A
las 13:30 el general director de Carabineros Humberto Arriagada
Valdivieso, quien cuatro años antes había dirigido la matanza de
Ranquil y que “estaba saliendo de una mona, porque había estado en
una farra el día anterior” (Tito Mundt, Las banderas olvidadas,
Ed. Orbe, Santiago, 1964) recibió terminantes órdenes de rendir a
los amotinados antes de las cuatro de la tarde.
Arriagada,
desde la puerta de Morandé 80 recibía las órdenes de Alessandri y
las hacía llegar al coronel Juan B. Pezoa Arredondo, quien tenía el
mando de la acción. Arriagada observó un cable que iba hacía la
terraza del Seguro y ordenó al sargento Lavanderos, campeón de tiro
con fusil y carabina, que lo cortara. Así, de un certero disparo,
Lavanderos interrumpió las comunicaciones radiales de los rebeldes.
En
cuanto a los rendidos en la universidad, se les llevó, con los
brazos en alto, por calle Morandé en dirección al cuartel de
Investigaciones. En el camino los carabineros incorporaron al
mecánico José Miguel Cabrera Barros, por haberse acercado a los
amotinados. Al pasar por La Moneda, Arriagada exclamó: “¡A estos
carajos hay que matarlos a todos!”. Tras cruzar Agustinas, por
órdenes de Alessandri se les hizo volver y entrar al edificio del
Seguro. Más o menos a las 14:40 horas fueron llevados a culatazos
hasta el sexto piso, quedando en una sala a cargo del teniente
Ricardo Angellini Morales.
Más
o menos a esa misma hora el general Ibáñez, aconsejado por sus
amigos, se entregó al único cuartel que mandaba un jefe que no le
era afecto: la Escuela de Aplicación de Artillería de San Bernardo
al mando del coronel Guillermo Barrios Tirado, desde donde fue
conducido a la Prefectura de Investigaciones.
Cerca
de las quince horas Gerardo Gallmeyer recibe un disparo en la frente
(fue el único muerto en acción en el Seguro), al asomarse desde una
ventana. En su reemplazo toma el mando Ricardo White Alvarez. Por
calle Teatinos aparecen los regimientos Tacna y Buin. Los nazistas al
verlos gritan alborozados. Pero al ver que abren fuego contra el
Seguro, White grita: “¡Hemos sido traicionados! Estamos
perdidos... ¡Chilenos a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa!
¡Viva Chile!”.
El
comandante González Cifuentes, diez o quince minutos después de
llegar los detenidos de la universidad al sexto piso del Seguro,
envía a uno de ellos, Humberto Yuric, a pedir la rendición de sus
compañeros. Al no lograr convencer a White, opta por quedarse con
sus camaradas. Se envía entonces un nuevo emisario, Guillermo Cuello
González, para advertir que si no se entregan, los rendidos en la
universidad serán fusilados. White se resigna. Diez minutos después
baja Cuello y da cuenta de su misión, tras lo cual se le da muerte
de dos tiros en la cabeza.
Minutos
antes de las 16 horas, y una vez que los rebeldes del Seguro se
desprendieron de sus armas (algunas pistolas y revólveres viejos), y
despejaron la escalera, los hacen bajar al quinto piso, junto a los
funcionarios del Seguro. El mayordomo va identificando a estos
últimos, que fueron entregados a Angellini. Los nazistas, en tanto,
con las manos en alto son colocados vueltos hacia la pared en la
escalera. Los oficiales Pezoa y González mandaron entonces al
teniente Angellini a consultar sobre qué hacer. El general
Arriagada, por intermedio del teniente coronel Reynaldo Espinosa
Castro, contestó textualmente: “¿Que no entienden lo que se les
dice? ¡Que los suban arriba a todos y que no baje ninguno!”.
Pezoa, a los pocos minutos, recaba una orden escrita, la que le fue
enviada (“De orden de mi general y del gobierno, hay que
liquidarlos a todos”). Una orden manuscrita del prefecto jefe,
coronel Jorge Díaz Valderrama, ratificó la anterior. Pezoa,
entonces, ordena el cumplimiento a González, el cual se niega
alegando que la orden es contraria a los principios de la
institución. Se dirige a la Intendencia, intercede ante sus
superiores para no cumplir la orden, recibiendo por respuesta: “¡Es
orden del gobierno!”. Finalmente, implora clemencia al general
Arriagada, quien responde: “¿Cómo se le ocurre pedir perdón para
esos que han muerto a carabineros?”. Pero ante los argumentos, se
compromete a hablar con el presidente. La gestión del director
general no prosperó.
A
las 17:30 horas el carabinero que estaba colocado al final del
descanso de la escalera, de acuerdo a las órdenes recibidas, hinca
la rodilla y aprieta el gatillo de su fusil ametralladora. Durante
los cinco minutos siguientes todas las armas policiales disparan
sobre los rendidos. Fue un asesinato masivo, cruel y cobarde.
Con
gritos de terror, unos, y gritando sus consignas partidarias, otros
(ha perdurado la frase que Pedro Molleda Ortega dirigió a sus
compañeros: “¡No importa, camaradas, porque nuestra sangre
salvará a Chile!”), todos murieron, siendo después repasados con
disparos y/o golpes de sable y yatagán. Después vino el despojo, el
botín, el premio a la infamia.
El
teniente Antonio Llorens Barrera se negó terminantemente a acatar la
orden, por lo que fue detenido y llevado al cuartel de
Investigaciones.
Ahora
le tocaría el turno a los rendidos en la universidad, que se
hallaban en el quinto piso. Se les llevó al cuarto, debiendo pasar
por sobre los cadáveres de sus camaradas. José Cabello, alto
funcionario del Seguro se identifica como tal, pero el coronel
Eduardo Gordon Benavides, dándole un cachazo en la cabeza, le gritó:
“¡Tú eres de los mismos, baja si puedes!”. Cuando comenzaba a
hacerlo, un civil que acompañaba a la tropa, Francisco Droguett
Raud, lo mató de un balazo. Carlos Ossa Monckeberg, otro empleado,
fue ultimado no obstante sus reiteradas súplicas. Luego un capitán
grita a los carabineros: “¡Ya niños, a cumplir con su deber!”,
a lo que siguió la masacre.
Pero
faltaba otro capítulo: la impunidad. Comenzó esa misma noche, al
arrastrar los cuerpos hacia las escaleras para aparentar que habían
muerto en combate.
A
las 21 horas el diputado Raúl Marín Balmaceda, el doctor Ricardo
Donoso Castro, el periodista Darío Zañartu Cabero, el capellán
Gilberto Lizana y Alberto Canales, piden al mayor Luis Portales
Mourgues permiso para entrar. Termina por acceder, bajo su
responsabilidad, no obstante existir orden superior de prohibir la
entrada a los civiles. Al recorrer el edificio, encuentran entre los
cadáveres a tres nazistas vivos (Carlos Pizarro Contreras, Facundo
Vargas Lisboa y Daniel Hernández Acosta). El diputado Marín se
dirige a La Moneda, en tanto Zañartu y el doctor Donoso quedan junto
a los sobrevivientes.
Marín
regresó diciendo que Alessandri ordenaba que los tres fuesen
protegidos. Los oficiales le creyeron. Pero la verdad es que no había
hablado con el presidente. Una hora después se encontraría otro
sobreviviente, Alberto Montes Montes, uno de los rendidos en la
universidad.
Al
día siguiente, Jorge González von Marées y Oscar Jiménez se
entregaron a las autoridades.
El
gobierno puso en marcha lo que el historiador Ricardo Donoso llamó
“el escamoteo de la verdad”. Pidió al Congreso facultades
extraordinarias y clausuró los diarios opositores La Opinión, del
periodista Juan Luis Mery Frías y del diputado Juan Bautista
Rossetti, y Trabajo, de los nazistas, y las revistas Hoy, de Ismael
Edwards Matte, y Topaze, de Jorge Délano (Coke). Quedaron circulando
los diarios de derecha y el radical La Hora, dirigido por Aníbal
Jara, que inició una campaña destinada a divulgar lo acontecido
publicando fotos, comentarios y revelaciones que estremecieron a la
ciudadanía.
La
Cámara de Diputados nombró una comisión investigadora, ante la
cual concurrieron actores y testigos de la masacre, volviendo a
conmoverse la opinión pública con las declaraciones y revelaciones
que hicieron los tenientes Angellini y Draves. El coronel Aníbal
Alvear no dudó en señalar a los verdaderos autores. Preguntado
sobre quién dio la orden de matar, contestó: “El asunto es bien
sencillo, ¿quién da una orden de matanza, cuando el gobierno, un
general presente y el presidente de la República están a pocos
metros de distancia de donde ocurre la masacre?”. La conciencia
pública se conmovió aún más cuando se supo que el personal que
había participado en la matanza, además de ascensos, había sido
gratificado.
La
Corte Suprema designó un ministro en visita, Arcadio Erbetta, de la
Corte de Apelaciones de Santiago. Fuertemente presionado prohibe, a
pocos días, la publicación de informes periodísticos sobre el
proceso. El 23 de octubre -dos días antes de la elección
presidencial- dictó sentencia. Daba por comprobados los delitos de
rebelión y conspiración contra el gobierno y el asesinato del
carabinero Salazar. Condenaba a veinte años de reclusión mayor a
Jorge González von Marées, a quince años a Oscar Jiménez y a
penas menores a otros procesados. Absolvió a Carlos Ibáñez.
La
tragedia del 5 de septiembre decidió el resultado de la jornada
electoral a favor del candidato del Frente Popular. Ibáñez retiró
su candidatura y el diario La Opinión pidió el apoyo ibañista para
Pedro Aguirre Cerda. Desde la cárcel, Jorge González lanzaba igual
consigna.
Gracias
a este apoyo el candidato de la Izquierda triunfó por 4.111 votos.
Fracasarían las tentativas para revertir el resultado. En la
medianoche del 25 la radio El Mercurio reconoció el triunfo de la
oposición y pocos minutos más tarde Aguirre Cerda pronunció un
discurso como candidato victorioso. El 11 de noviembre, el director
general de Carabineros, Arriagada, y el comandante en jefe del
ejército, general Oscar Novoa Fuentes, reconocieron el triunfo del
candidato radical.
El
25 de diciembre asume el mando Pedro Aguirre Cerda e indulta a
González von Marées y demás condenados. El general Arriagada fue
llamado a retiro. La coalición triunfante presenta el 17 de marzo de
1939 una acusación constitucional contra Arturo Alessandri. En
tanto, la comisión investigadora de la Cámara de Diputados concluyó
que existió una orden superior, que fue impartida por Arriagada o
por el presidente de la República. La mayoría derechista de la
Cámara rechazó el informe.
En
los primeros días de abril el fiscal militar Ernesto Banderas Cañas
comenzó un sumario contra Arriagada y otros inculpados, expidiendo
su dictamen a fines de junio, en que pedía pena de muerte para el
civil Francisco Droguett, presidio perpetuo para Arriagada y quince
años para los demás oficiales implicados. El 28 de septiembre de
1939 la Corte de Apelaciones sobreseyó definitivamente a Carlos
Ibáñez y a los nazistas procesados y dejó sin efecto la sentencia
del ministro Erbetta. El juzgado militar, por sentencia de 29 de
abril de 1940, absolvió a algunos oficiales, condenó a Arriagada,
González Cifuentes y Pezoa a 20 años de presidio mayor, y a
Droguett a presidio perpetuo.
“La
derecha oligárquica y elementos moderados del nuevo gobierno
trataron de dejar en el olvido la trágica masacre. Diversas
presiones y compromisos políticos determinaron que el 10 de julio de
1940, el Ministerio de Justicia dictara un decreto de indulto para
los condenados, dejando así en la impunidad uno de los crímenes más
alevosos de nuestra historia política, sólo superado por los
numerosos asesinatos masivos e individuales cometidos bajo el
gobierno militar del general Augusto Pinochet” (Alberto
Galleguillos Jaque, Memorias de un profesor exonerado, Centro Gráfico
Ltda., Santiago, 1989).
No
se había esclarecido toda la verdad, pues quedaban en la nebulosa
diversos hechos que afectaban la responsabilidad del presidente
Alessandri; ni se había hecho justicia, al consagrarse,
prácticamente, la impunidad. Tampoco, se cumpliría el ferviente
deseo de que nunca más se repitieran delitos tan atroces.
Anexo
Héroes del 5 de septiembre de 1938:
-Jorge
Alvear soto
-Emiliano
Aros molina
-Luis
Arriagada Muñoz
-Hugo
Badilla Telleria Robles
-Alejandro
Bonilla Tajan
-Bruno
Bruning Schwarzenberg
-Guillermo
Cuello Gonzales
-Domingo
Chávez Wahlen
-Renato
Chea Meneses
-Heriberto
Espinoza Lizana
-Mauricio
Falcon Piñeiro
-Salvador
Fernández Ponicio
-José
Figueroa Figueroa
-Geraldo
Gallmayer Klotzche
-Julio
Hernández García
-Enrique
Herreros del rio
-Jorge
Jaraquemada Vivanco
-Manuel
Jelves Olea
-Timoleón
Jirón González
-Carlos
Jorge Jaldres
-Daniel
Jorge Jaldres
-Juan
Kahni Holzapfel
-Walter
Kusch Dietrich
-Enrique
Magasich Huerta
-Marcos
Magasich Huerta
-Francisco
Maldonado Chávez
-Feliz
Maragaño Flores
-Raúl
Méndez Ureta
-Hermes
Micheli Candia
-Pedro
Molleda Ortega
-Hugo
Abel Moreno Donoso
-Víctor
Muñoz Cárdenas
-Carlos
Muñoz Cortes
-Alberto
Murillo Muñoz
-Juan
Orechard Fox
-Cesar
Parada Henríquez
-Mario
Pérez Perreta
-Alberto
Ramírez Zamora
-Pedro
Riquelme Triviño
-Waldemar
Rivas Vilaza
-Carlos
Riveros Sáez
-Efraín
Rodríguez Berríos
-Jorge
Sepúlveda Céspedes
-Neftalí
Sepúlveda Soto
-Manuel
Silva Tello
-Jorge
Sotomayor Sotomayor
-Eduardo
Suárez Suárez
-Víctor
Tapia Briones
-Héctor
Thennet Gillet
-Luis
Thennet Gillet
-Jorge
Tepper Bradanovic
-Jorge
Valenzuela San Cristóbal
-Julio
Cesar Villasiz Zura
-Ricardo
White Álvarez
-Humberto
Yuric Yuric
-Salvador
Zegers Terrazas
Himnos:
Yo tenia un camarada
Yo
tenia un camarada/
Otro
igual no encontrare/
Cuando
al fuego el clarín tocaba/
Siempre
a mi lado marchaba/
Al
mismo paso y compas: (bis)
Silbando
viene una bala/
Es
para mi o es para el/
A
el le toco lo siento/
Yace
a mis pies sangriento/
Como
un pedazo de mi : (bis)
Quieres
darme tu la mano/
Mientras
yo cargo el fusil/
No
puedo dártela muero/
Vive
feliz compañero/
Se
valiente y varonil : (bis)
Himno:
De las TNA
TNA,
cambato batallones/
Desfilan
ya luciendo su pendon/
La
reacción y la canalla roja rugen/
Al
presentir su fin y destrucción/
TNA,
se escucha la llamada/
A
defender la patria con honor/
Tremularan
banderas de tres aspas rojas/
O
caerán tus hijos con honor/
TNA,
se escuchan ya tus pasos/
Con
bronco son del andes hasta el mar/
Tu
lema es justicia, honor y sacrificio/
Y
tu deberías lidiar hasta triunfar/
TNA
“¡Chilenos
a la Acción!”:
Adelante,
chilenos aguerridos,/
Con
vigor y entusiasmo a la acción./
A
juntar todo chile, engrandecido,/
En
un solo cerebro y corazón.
Que
la lucha de clases fratricida;/
Sea
solo un recuerdo del ayer/
Soldaremos
en yunque de la otra vida,/
Al
hijo del palacio del taller.
Ay
de aquel insensato que pretenda,/
Destruir
esta noble y santa unión./
Caerá
de sus ojos esa venda,/
Por
la fuerza, si no es por la razón.
El
orgullo de raza, de chilenos,/
Los
sentimientos potente rebullir./
En
su sólida base edifiquemos,/
La
patria más hermosa y más feliz.
Con
el alma encendida de emoción,/
Marcharemos
sembrando la simiente/
De
justicia , de paz y redención.
Adelante,
Chilenos aguerridos,/
Con
vigor y entusiasmo a la acción,/
A
juntar todo Chile, engrandecido/
En
un solo cerebro y corazón.